A medida que se tuvo la certeza del regreso de Perón, las organizaciones que habían luchado para ello comenzaron a distanciarse. Las diferencias conceptuales sobre el peronismo impidieron avanzar en coincidencias y finalmente, la propuesta de continuar con la lucha armada tras la asunción de Juan Domingo Perón como presidente de Argentina en 1973, fue motivo del alejamiento entre ellas.
El ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), entendía que la situación nacional debía ser comprendida bajo el universalismo marxista-leninista y se debía actuar en consecuencia, avanzando la revolución mediante la lucha armada. No solo negaban la experiencia histórica del proletariado conducido por Perón, sino que lo veían como un bonapartismo contrarrevolucionario. No se dejaban de reconocer los matices progre pero planteaban que el peronismo era burgués y Perón reprimiría al pueblo.
A partir de 1973 se habían acrecentaron las acciones armadas, año en que los episodios de Ezeiza anunciaban la escalada de la violencia. Tras la renuncia de Cámpora, se sancionó el decreto 1454/73 declarando ilegal al ERP sin que la violencia mermara, y el Perón reaccionario previsto, comienza a asomarse con la entrada en acción de la Triple A. Finalmente, la incapacidad para consolidar lo actuado y las inadecuadas estrategias, se van a presentar trágicamente el 23 de diciembre de 1975, con el fallido intento de copamiento del Batallón de Arsenales Domingo Viejobueno, de Monte Chingolo.
Las FF.AA. actuaron con la consigna de no tomar prisioneros vivos, dentro del avance hacia un Terrorismo de Estado. No se dieron a conocer los pormenores de la represión, reconstruida tiempo después por los historiadores, pero lo concreto es que fueron sepultados 49 ciudadanos con sus manos amputadas (método ya utilizado con los restos del Che, para identificarlo), en el cementerio de Avellaneda.
En el Boletín interno Nº 98 del 27 de diciembre de 1975, El ERP hizo un balance sobre Monte Chingolo, reconociendo errores pero justificándolos desde Mao: “errar, persistir y volver a errar, volver a persistir hasta la victoria”. No se evaluaron críticamente las acciones en donde dejó la vida
Eduardo Alberto Delfino, junto a sus compañeros de lucha. Tampoco contaba que Eduardo había aceptado dedicarse de lleno a la militancia, que se había distanciado de sus amigos para protegerlos, que éstos sospechaban que estaba en la lucha armada pero que no tenían ninguna sospecha de por qué lo hacía, porque sobre eso tenían certezas. Vivió, y entrego su vida, participando en la construcción de una sociedad más justa, más justa, más justa.
Con la complicidad de muchos, la tumba múltiple en donde fueron arrojados sus restos fue usada como basural hasta que os familiares y el Equipo Argentino de Antropología Forense, comenzaron la labor de exhumar e identificar los cuerpos. En el lugar, actualmente se levanta un mural y se busca que el sitio sea declarado de Interés por la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires, con el propósito de testimoniar y señalar que falta revelar verdades. El Sitio, en el Cementerio de Avellaneda, debe constituirse “en un lugar de reivindicación, de homenaje, de recordación y de lucha”, y allí se les realiza un homenaje cada 23 de diciembre, a las 10 horas.
Por: Juan Carlos Ramirez