Fue nuestra vecina de T. Suárez, quien en 2012 denunció a Raúl Magallanes, cuando supo que el represor iba a asumir como Presidente del Consejo Escolar: «Yo me despierto cuando me entero de que este señor va a entrar en el Ministerio de Educación”. Ella «lo conocía bien porque lo había atendido seguido en el restaurante La Rueda, en los años ’75 y ’76, donde yo cocinaba y él era un jovencito que se metía en la cocina. Yo le servía las papas fritas».
Recordaba que: «Raúl Magallanes me levantó
una tarde de 1978, con un grupo de tareas que integraban junto con Ponce y
Bustos, en dos Falcón verdes con armas largas» y «fue quien me esposó en la
espalda, me tabicó y me llevó a la comisaría 1ª de Lomas, donde me tuvieron en
el patio hasta las cuatro de la mañana, y de ahí, me llevaron a La Tablada. El
camino lo conocía de memoria porque me habían dicho que a mi hijo lo tenían
allí y desde hacía dos años había ido cientos de veces. Recién a la tarde, me
hicieron subir una escalera, siempre tabicada y esposada, y me interrogó
supuestamente un Teniente Coronel. Niego todo y me devolvieron a la Comisaría
de Bánfield». Magallanes formaba parte del aparato represivo de los genocidas
Camps y Etchecolatz.
Tras lucha de meses se logró la renuncia del represor
R. Magallanes, en tanto Sara continuó participando y aportando en la
construcción de la memoria colectiva. Decía que, la juventud militante sabía lo
que quería, no eran ingenuos y tenían claro lo que iba a suceder, dieron su
vida por una causa.
Sara recorrió comisarías, cuarteles,
participó junto a otras madres en peticiones y movilizaciones, siempre buscando
a su hijo. El 16 de abril del 2018 se quedó dormida; tenía 86 años. Mónica, su
hija, dijo: «Ahora se reencontró con Minito»
Juan Carlos Ramirez Leiva