El impacto de la crisis de 1930 en el valor de la tierra, obligó a muchos terratenientes a vender parte de sus propiedades. Los poseedores de pequeños capitales accedieron a la compra de fracciones que le permitieron desarrollar pequeñas y medianas unidades de producción. Tambos, quintas de verduras, plantaciones de duraznos, manzanos y criaderos de gallinas ponedoras, compartían el espacio con productores de miel y de dulces, en tanto, algunas pequeñas granjas criaban animales. El agotamiento del modelo agroexportador no impidió que la economía local quedara sujeta a la producción agropecuaria, pero dentro de un marco de creciente diversidad que cambió rápidamente el paisaje en Ezeiza. En este contexto, no puede extrañar el desarrollo de los viveros de flores y el más importante de nuestra región, fue La Delicia.
Pedro Antonio De Maio se instaló en las actuales calles Lacarra y E. Mitre cuando decidió independizarse del papá, propietario de “El jardín de las delicias” de Lanús. Eligió Ezeiza no sólo porque los atractivos precios del remate le permitieron acceder a cuatro hectáreas en 1931, sino también por lo alto de las tierras y además, porque le gustó el lugar. En 1932 decide radicarse definitivamente aquí con su familia, en un tiempo en que desde nuestro Canning podían verse el paso de los trenes por los dos ramales existentes, tal era la falta de construcciones y de árboles por aquel entonces. Aún no existía la Ruta 205 y el Camino a Las Flores era un camino Real ni siquiera abovedado, tan ancho como polvoriento, camino por donde las tropas de vacunos transitaban hacia su destino final. Las instalaciones del vivero fueron prácticamente un mojón de referencia para orientar a quienes buscaban internarse en el campo, en busca de caza.
Pedro Antonio, su hermano Juan y algún ocasional peón, comenzaron a trabajar la tierra. Plantaban, injertaban y producían con ganado sudor, el reconocimiento del mercado. Don Pedro no había estudiado botánica pero había aprendido del papá, de ver a los feriantes, de preguntar, leer… y trabajar con pasión. Los incipientes remates de principios de la década de 1930 se fueron haciendo cada vez más frecuentes y la zona comenzó a crece demográficamente. Los nuevos vecinos buscaban plantas para sus terrenos, como reparo del viento, para frescas sombras y también como frutales y adornos. La creciente demanda requirió de limoneros, naranjas, mandarinas, ciruelos, duraznos, damascos, almendros, castaños, uva, pera, granado, coníferas, nogales; algunas plantas para jardín, otras para cerco como ligustrina, ligustro, grateus. En fin, de todo y todo producido en el vivero de De Maio.
Puede afirmarse que casi la mitad de la forestación de Ezeiza fue el resultado de la producción del mencionado vivero, que funcionó hasta 1978. La Junta de Estudios Históricos del Distrito Ezeiza destacó en el 2004 a las instalaciones de La Delicia, en cuyo predio se conservan aún los invernáculos de vidrios, como de interés patrimonial histórico. Se instaló allí un cartel identificatorio pintado por el maestro fileteador, Luís Alberto Plaquín. Creímos necesario incluir a los pioneros, a los que crearon los barrios cuando aún no existían vecinos. Tal es el caso de don Pedro Antonio De Maio y el Vivero La Delicia, precursores, hacedores de nuestra temprana historia.
Juan Carlos Ramírez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario