Entre las múltiples causalidades que alentaron a los vascos a emigrar, se encuentran las dos guerras carlistas (1833-1839 y 1872-1876). La guerra de la independencia española supuso no sólo la lucha contra el enemigo francés, sino también el inicio de la pugna entre el Viejo y el Nuevo Régimen, pugna que se prolongaría durante décadas en España. Desde 1839, muchos habitantes del País Vasco y Navarra decidieron emigrar debido a las calamidades de la guerra. Entre 1841 y 1842 había en Pasajes cuatro comisionistas, representantes de tres casas de comercio de Montevideo. Estos enganchadores se comprometían a llevar al Río de la Plata a los emigrantes por una determinada cantidad, pagadera entre cinco a doce meses en el lugar de destino. A partir de 1876, final de la Segunda Guerra Carlista, la salida se acentuó. Pasajes se convirtió en la principal salida para los vascos de Guipúzcoa, País Vasco, Navarra e incluso del S.O. francés, que partían hacia Buenos Aires y Montevideo.
En algunos casos nos encontramos con personas que emigraban con la intención de dedicarse al comercio; esta futura actividad les venía posibilitada por parientes o amigos que residían en América. De los vascos que nos ocupa, sabemos que llegaron a nuestro país desde Pamplona y que desembarcaron en el Puerto de Buenos Aires no solo sus valijas, sino también sus sueños; aquellas fueron acarreadas hacia la calle 15 de noviembre Nº 1345, sus sueños echaron a volar... y a materializarse aquel año de 1877. Andrés se quedó en la capital, junto a los parientes que les habían hablado de estas tierras prometedoras. Posteriormente compró campos en Las Flores y se dedicó a las tareas rurales junto a su familia, tal como lo hiciera Pedro.
Todo vasco él y ella, no se amilanaron por la soledad del paisaje en los pagos de la Matanza. Eugenio junto a su esposa Juana Ugarte y el pequeño Matías, no estaban solos porque los acompañaba Fermín Arce. Compañero de viaje también vasco, honrado y valiente que apenas llegados a Buenos Aires, había tenido los reflejos necesarios impidiendo que un ladrón se apropiara del valijín que contenía todos los ahorros de los Berasain, mientras estos reposaban vencidos por el sueño. Eugenio estableció un precario, quizás no tanto, almacén de ramos generales frente a la hoy ruta Nº 3. Cuando en 1885 el tren Temperley-Cañuelas comenzó a abrir nuevas posibilidades, Eugenio y su familia - incluido el vasco Fermín -, no titubearon en trasladarse hacia la estación de T. Suárez. La ocasión puede haber sido entre 1893 y 1895, de acuerdo a un Plano de Remate del año 1893.
La primera inversión fue la instalación de un horno de ladrillos en lo que hoy es la plazoleta ubicada en Libertad (hoy Gaddini) esquina 25 de Mayo. Con el producto de las primeras horneadas construyó una vivienda y varios locales para comercio ubicados sobre la calle Libertad, sobre la mano derecha. La fonda con habitaciones les permitió pernoctar a la gente que por razones de mal tiempo o por estar en tránsito, encontraban allí un refugio apropiado. Poco a poco el antes desolado paisaje se pobló con viajantes y transportistas (a puro carro) que pasaban por el almacén de Ramos Generales, por las caballerizas o por la cochera. La fonda, abierta aproximadamente en 1896, fue el lugar donde se socializaban las noticias, el lugar de conchabo, distracción de los peones que llegaban a dejar los tarros con leche en la estación.
Juan Carlos RAMIREZ (agradecemos la colaboración de Carolina Ovejero)
No hay comentarios:
Publicar un comentario