El primer profesional fue el Dr. Manuel Acuña, quien se estableció hacia 1857. Habría sido médico del ejército de Urquiza y en Cañuelas, ejerció su profesión y también la de farmacéutico, como era de uso común. Seguramente no fue el primer médico que atendió en la región pero sí fue el primero con título universitario, según registra el historiador Lucio García Ledesma. El Dr. Acuña falleció ejerciendo su profesión en 1899 y en su homenaje, una calle de la ciudad lleva su nombre. Desde el 28 de febrero de 1871 el Dr. Acuña ya no estuvo solo, en esa fecha fue nombrado medico municipal el Dr. en medicina y cirugía Joaquín Robles y Gómez, con una asignación mensual de 1500 pesos. El Dr. más prestigioso que en nuestra región actuara, fue el epidemiólogo y sanitarista José Penna, nacido el 7 de abril de 1855 en Bahía Blanca (dato discutido ya que algunos sostienen que nació en la ciudad de Buenos Aires el 5 de abril de ese año). Sus padres fueron Ana Ferrari y Juan Penna, militar italiano exiliado políticamente en nuestras tierras hacia 1850. Cursó secundaria en el Nacional de Buenos Aires y en 1873 ingresó a la Facultad de Medicina doctorándose seis años después.
Se instaló en Cañuelas en una casa de la calle Buenos Aires (hoy Libertad) al 300. En 1881 fue nombrado miembro presidente del Consejo Escolar, y en 1882 fue presidente de la Sociedad Italiana. “En Cañuelas hizo sus primeras armas como médico rural, donde fue más filántropo que médico. Allí conoció las enfermedades al natural, su evolución y su tratamiento natural”, sostuvo García Ledesma. Entre abril y mayo de 1882 puso fin a su experiencia como médico rural, abandonando la ciudad afectado por la muerte de su esposa (fue reemplazado por el joven médico Felipe Basavilbaso).
La ciudad de Buenos Aires lo nombró director de la Casa de Aislamiento, y llego a ser presidente de la Academia Nacional de Medicina. Durante las epidemias de cólera de 1886/1887, y la de 1894/1895, puso en práctica el aislamiento y dispuso la cremación de los fallecidos; también diagnosticó la aparición de fiebre amarilla en el barrio de Belgrano. Fue profesor de la Facultad de Medicina y en1906 fue designado director de la Asistencia Pública; durante su gestión se proyectaron los hospitales Alvarez y Piñero, y se escogieron los terrenos en los que se erigiría el Hospital Durand. En 1911, sucedió al doctor Carlos Malbrán en el Departamento Nacional de Higiene creando allí un servicio antivariólico, instaló el Instituto Bacteriológico y organizó la Oficina de Ingeniería Sanitaria.
Electo diputado nacional en 1910, consiguió que se aprobaran leyes de su autoría como la de Defensa contra la Lepra, Vacunación Antivariólica y la de Profilaxis del Paludismo. Su iniciativa legislativa “Ejercicio de la Medicina Odontológica y Veterinaria” fue convertida en ley recién en 1947. Además, confeccionó proyectos como el de higiene, desinfección y profilaxis de los ferrocarriles, provisión de material sanitario para las provincias y territorios nacionales, y el de establecimiento de estaciones de vacunación obligatoria en todo el país.
Sus investigaciones dieron origen a libros de gran repercusión y sus estudios publicados en revistas especializadas. José Penna falleció el 29 de marzo de 1919 en la ciudad de Buenos Aires, cuando asistía a una paciente en su domicilio.
Cañuelas, sus médicos y el supuesto planeta Ummo
Entre 1973 y 1976 se estableció en Cañuelas una clínica donde se prometía curar enfermedades terminales, mediante la aplicación de tecnología extraterrestre procedente de Ummo, supuesto planeta popular en los años ´60.
La “Planta de Investigación Científica Argentina Internacional de Neurología”, se instaló en 1973 en el km. 77 de la Ruta 3. El técnico en radio y televisión Carlos Eduardo Jerez, nacido en Baradero en 1939, dirigió la que fuera conocida como “Clínica de Cañuelas”, la que operaba en un edificio de 300 m2 equipada con equipos electrónicos de “rayos gamma” que rodeaban los tejidos enfermos mediante “campos de calor”. Las consolas poseían luces de colores que tenían sólo efecto decorativo, destinadas a impresionar a los desahuciados.
Para reforzar lo místico, construyó un platillo volador de aluminio bruñido con ventanas de acrílico azul, suspendido sobre tres patas y de casi 4 metros de altura, que emplazó frente a la clínica y era visible desde la ruta; en la base había un monolito con el símbolo del planeta Ummo. Los papeles que utilizaba Jerez llevaban el logotipo ummita y el escudo argentino, dando la impresión de que su trabajo tenía apoyo oficial.
Se decía continuador de un proyecto científico integral iniciado en Francia en 1901 por su abuelo Gaspar Asprella, que emigró a nuestro país en 1927. También decía que era la “conexión argentina” de los ummitas, que habrían llegado a la tierra en el siglo pasado camuflándose entre nosotros. Jerez no era médico pero contaba con la colaboración del Dr. Analberto Alcaraz, nacido en Asunción y radicado en Argentina en 1969, y del homeópata y radiestesista Eduardo Salatino, fallecido en 1996. El Dr. Alcaraz, quien tuvo un paso por la política (en 2011 fue candidato a intendente por la Coalición Cívica en el partido de San Martín), fue ubicado en su consultorio de Villa Luro. Consultado sobre qué tipos de tratamientos se realizaba en la Clínica de Cañuelas, dijo entender que se trataba de una terapia biofísica basada en campos escalares (onda Gamma de los rusos).
Jerez intentó vincularse brindando una conferencia en el Club Estudiantes a la que concurrió el intendente Carlos Durante. No dudó en afirmar que su staff provenía de Ganimedes (satélite de Júpiter) y que curaba mediante radiación traída de otros planetas. Casi todos advirtieron la farsa y los directivos del Círculo Médico (Somaiel Harón y Pedro Elorga) lo denunciaron ante la Federación Provincial por ejercicio ilegal de la medicina; en un reportaje concedido a la revista 7 Días, lo calificaron de “charlatán”.
Jerez dijo poseer una habilitación otorgada por el dictador Juan Carlos Onganía pero la planta fue clausurada entre abril y mayo de 1976, por el Ministerio de Bienestar Social. La Dictadura (a través de Ramón Camps, Jefe de Policía de Bs. Aires) lo detuvo liberándolo un mes después, tras prohibirle seguir con su actividad en el país y lo obligaron a cambiar de lugar de residencia. En el campo del kilómetro 77, habitado en los últimos años por Neófito Ibarra, sólo sobrevivió la edificación principal, pero no quedaron rastros del plato volador, desaparecido en los tiempos de la dictadura.
Nota: entre las fuentes, tomamos material de El Ciudadano (periódico de Cañuelas), y del libro “Revelations: Alien Contact and Human Deception” (1991, Jaques Vallée).
Por: Juan Carlos Ramirez Leiva
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