Dashel era masajista de profesión o tal vez doctor en traumatología o kinesiólogo. Pero sí sabemos que era generoso como persona. Tenía una casa de descanso para los fines de semana y vacaciones en la “Córdoba Chica” que era Ezeiza hace unos años. Rodeaban su propiedad los plátanos bellotudos, los eucaliptos fragantes, las casuarinas con el persistente murmullo susurrante, los paraísos violetas de octubre… la vecindad era escasa: tal vez la planchadora Rugura ya recibía trabajos para realizar en su domicilio; doña Jacinta Della Palma ya habitaba con su familia sobre la ruta y se escucharían las “cafeteras” en el taller de autos de don Pedro Marcel que muchas veces se habilitaba para armar bailes familiares o funciones teatrales.
Dashel miraba la luna entre las ramas mientras los grillos cantaban en las noches de estío, y las chicharras lo acunaban cuando cabeceaba la siesta. Y las golondrinas y los gorriones alojadas en el dormitorio de la fronda verde le alborotaban las tardecitas. Y el tren humeante era otro vecino inquieto con su bocina que se oía de lejos anunciando visitas, aun antes que los teros alcahuetes que andaban por todos lados.
La casa se vende y por eso la traemos a la evocación en estas líneas. Parece la casita de un guardabosque de cuento de hadas. Le faltan los gnomos regando las flores silvestres que crecen por todos lados.
Hipócrates al trote en el pueblo
Es una casa a la que conocemos por uno de sus habitantes y no por su propietario. Las memorias que rastreamos no lo recuerdan a Dashel andando por el polvoriento pueblo. La tenemos presente a través del recuerdo agradecido del doctor Manuel Ricardo Rebagliati, a quien el conocedor de huesos le facilitó la formación de su primer hogar, al cederle en préstamo la casa apenas se casó. Era 1935. Allí vivió cuatro años.
Ese año llegó en pleno la bendición de Hipócrates a Ezeiza, además de Dashel (que venía desde antes y, hasta donde sabemos, no ejercía por el pago): se instaló la primer farmacia que se llamó Del Pueblo en una denominación bastante obvia pero que nos gusta por orgullosa, la atendía el idóneo Eduardo Vidal, aún funciona sobre la ruta 205 en José María Ezeiza, ubicada frente al retoño del Pino Histórico de San Lorenzo. También habilitó su consultorio el doctor Rebagliati en una casa que le alquiló a la familia Arruíz (hoy no se la ve porque ya fue demolida) sobre la ruta a pocos metros de la calle Paunero y al lado de un centro médico a cargo de Pablo Díaz. Esa casita la había construido a pedido el señor Zitelli de Monte Grande “20 años de cuchara”.
Antes de eso los habitantes se trasladaban a visitar médicos en Monte Grande, esos médicos que entonces eran de carne y hueso y hoy se recuerdan en nombres de calle, como el doctor Rotta.
Las mujeres en estado interesante agendaban con la partera o con la comadrona, en un bando, estaba la señora Mariana Arbel, y en el otro, la señora María Lanatua de Harguindeguy, eran las reinas del primer chirlo en la región. Las gallinas saldrían espantadas si se hubieran enterado su destino de caldo para la parturienta apenas parido el bebé, decían que ayudaba a generar leche como si fuera la malta Palermo.
Por: Lic. Patricia Faure
hola señora Faure yo soy docente del jardin N° 906 mi nombre es Baez, Natalia y quiero trabajar con mis alumnos acerca de las reserva naturales y los animales que se encuentran en ella usted me podria aportar alguna informacion gracias quedo a su disposicion.
ResponderEliminarSra. Natalia, en la biblioteca pública Alfonsina Storni, Ud. podrá recibir asesoramiento y materiales pertinentes. Gracias por comunicarse. No olvide que el mail de la Junta figura en esta página.
EliminarCordialmente
El Editor
buenos dias señora Faure yo soy Baez, Natalia docente del jardin N° 906 y quisiera trabajar con mis alumnos acerca de los animales y reservas naturales de nuestro distrito, usted me podria facilitar informacion o material bibliografico, desde ya saluda atentamente y gracias.
ResponderEliminarhola señora Faure yo soy docente del jardin N° 906 mi nombre es Baez, Natalia y quiero trabajar con mis alumnos acerca de las reserva naturales y los animales que se encuentran en ella usted me podria aportar alguna informacion gracias quedo a su disposicion.
ResponderEliminarPensar que cuando pasábamos hace unos años con mi marido por la puerta, siempre decíamos que si tuviéramos plata, la podríamos comprar para hacer una casa de Té. Y así como esa se perdió la casa de Paso de la Patria y Ramos Mejía, que estaba en la esquina, ahora nos estamos llenando de edificios de muchos pisos y no es que esté en contra del progreso, pero me parece que alguna cosa deberíamos tener más en cuenta. Los que vivimos aquí desde que nacimos, recordamos esas calles de tierra, al Dr. Rebagliati, la vieja panadería en la esquina de Pravaz y Vicente López, la feria de ganado en la calle Racedo y la ruta 205, los enormes campos de las hermanas Estevecorena, que había que rodear porque no estaban loteados, donde se las veía a ellas arriando las vacas y que nadie osaba hacer un caminito para pasar por el medio del campo y cortar camino, ya que estaba alambrado. "El castillo" como le decíamos todos y lo espiábamos de afuera, que cuando se vendieron los terrenos fue lo primero que tiraron abajo, aunque finalmente en esa parte nunca llegaron a construír nada y sólo quedó el palomar.
ResponderEliminarLa añosa y hermosa arboleda de la quinta "Los abedules", donde ahora se levanta un barrio cerrado y de los árboles y del viejo roble, quedan los recuerdos, las fotos tomadas y el árbol que está en mi casa hijo de una bellota del mismo.
Eso es lo que nos queda, y eso no nos lo puede quitar nadie.
Patricia M.
Que hermoso y sentido comentario. Anímese y escriba unas líneas con sus recuerdos, acompañe con una fotos y se las publicaremos en el blog, para continuar con la construcción de una historia social colectiva de ésos lugares, ue tanto queremos.
EliminarJuan Carlos Ramirez
Que hermoso y gratificante es leer nuestra historia y recorrer con la memoría algunos datos !!!!! Feliz de vivir en Ezeiza
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