La canchita del Roca era un misterio para mí. Niña que no comprendía la felicidad que experimentaban casi todos los miembros del sexo masculino de cualquier edad al correr atrás de algo que rodara: un bollito de papel, una semilla de paraíso, una naranja amarga. Y era un misterio porque la canchita del Roca no estaba en el Roca.
De chica creí en algún momento que la cancha se llamaba así por la familia vecina de apellido Roca que vive aún enfrente, antes, de la cancha y ahora, de la municipalidad. Supongo al Club le pusieron ese nombre por el ferrocarril próximo, lástima que eligieron el apellido de lo que se entendía como un hombre público progresista a fines del 1800 pero que hoy interpretamos como un genocida de los hermanos pueblos originarios que vivían en sus tierras en la Patagonia. A los clubes más añejos en Ezeiza les daba por los bautismos con nombres ferroviarios, probablemente en la búsqueda de fortalecer y fortalecerse con la identificación y localización del poblado.
Yo veía colgada desde el portón de mi casa un potrero polvoriento donde traspiraban y corrían atrás de una pelota. Para un lado y para el otro. A veces era más divertido porque se ponían camisetas coloridas que hacían juego con el short (eso se llama vestuario del equipo) y venia más gente. Nunca le conocí cerco perimetral, ni un tablón donde sentarse a mirar. Vendría a ser una cancha medio clandestina pero a la vista de todos. A la hora de los papeles era propiedad del ferrocarril y de las vacas del Pepe Enríquez que pastaban por allí cerca cuando hacia falta. Yo también la cruzaba para ir a la forrajería de Aranda a buscar granulado para mis gallinas y, de paso, acariciar a los suaves gatos y meter un brazo hasta el codo, o más, en la bolsa de granos que me cruzara, era una experiencia táctil y olfativa ir a la forrajería, olía a semillitas.
Lo que algunos no saben, ciegos en una campaña digna de Shi huang ti es que, agazapada en su clandestinidad ancestral, la canchita del club Roca resiste. Yo la veo a distintas horas del día y de la noche en unos canteros elevados, rodeada de raquíticos arbolitos mudados. Ahora tampoco es la canchita del Roca. Sigue siendo otra cosa. Pero desde mi portón sigo viendo el misterio de los muchachos corriendo atrás del esférico y el pastito trillado de tanto peloteo, carrera, frenada y demás que no deja más que polvo sobre el piso. Y una nube gris que se estacionó en el verde del parque.
Por: Patricia Celia Faure
Estimados lectores: la Junta de Estudios Históricos del Distrito Ezeiza no posee fotos de la canchita del Roca. Para recuperar memoria regional, necesitamos de fotografías, además de que uds. nos hagan llegar sus comentarios y colaboraciones.
ResponderEliminarCordialmente.
Juan Carlos Ramirez
Editor
enviare Fotos de la Misma
ResponderEliminarEl jueves 18 a las 18 hs. festejaremos los 18 años del Distrito, en la biblioteca A. Storni, edificio Municipal ala sur. Presentaremos el libro Reseña de la Historia de Ezeiza y leeremos la nota sobre la canchita del Roca. Pero no tenemos fotossssss. Ud. verá si puede colaborar. Gracias. El editor
EliminarEstaríamos, como integrantes de la comunidad del Distrito Ezeiza, muy agradecidos de que uds. compartan sus fotos.
ResponderEliminarEl editor