Homenaje |
Eduardo
estudió en el Colegio San Marcos, de Monte Grande, y luego se inscribió en
Antropología pero no comenzó debido a que debía materias del secundario y por
razones de militancia. Le gustaba la lectura, la fotografía, iba a la iglesia,
practicaba deportes, entre ellos natación (la familia tenía una pileta). Se
sabe que le gustaba tener hormigueros en
peceras de vidrio para investigar cómo se comunicaban. Con amigos de El
Trébol, formó una banda en donde tocaba el bajo allá por 1970. Por ese entonces
manejaba el Ford Fairlane de su papá
Vacacionaba
con sus padres y su hermanita (había perdido a un hermano en un accidente sobre
la ruta 205), en Villa Gessel, en donde se cuenta que en el verano de 1971,
descubrió las charlas políticas de tinte izquierdoso. Cuenta José Alberto
Francomano, su amigo y vecino de El Trébol (quien luego debió exiliarse) que en
diciembre de 1972, se hizo amigo del jardinero y que éste lo invitó a pasar la
navidad con su familia en su rancho. No nos extraña, Eduardo era hijo de una familia de doble apellido
pero no creída; su papá don Rafael,
era un viejo gaucho que
vestía siempre con pantalones bretches, muy simpático y generoso; sus primos, los Peña, andaban en
una catanga, una renoleta 4L, y fueron los que donaron los terrenos para la
escuela técnica, aunque no le perdonaron a Eduardo su olvido de la religión; (en
la foto, se lo ve a Eduardo “Toto”, en el predio en
donde hoy se levanta el Instituto Técnico Juan Bautista Peña).
Eduardo descubrió
al “Che” y a la Revolución Cubana, mientras leía a Ernesto Cardenal. Lo conmovieron los
asesinatos de Trelew y el 22 de agosto de 1973 en el acto de Congreso, tomó
contacto con el PRT – ERP. Fue un militante, no conocemos si tuvo actuaciones
militares, supo dar refugio a sus compañeros de lucha.
Comenzó a
trabajar en una fábrica de vaqueros, luego en una de máquinas industriales,
siempre volanteaba. Zurdo de la mano y de las ideas. Fumaba Particulares, le
gustaba dormir hasta tarde y reírse. Se lo recuerda desprolijo en el vestir, le
costaba dejar de usar un gamulán marrón descolorido de tanto uso.
Cuando en
1974 su compañera Graciela Peris quedo embarazada, vivían en una casa alquilada, posiblemente en
Lomas de Zamora. De esa relación nació Facundo, custodia de su memoria.
Eduardo
Ramos Mejía fue “chupado” en Cabildo y Congreso, capital, un 9 de junio de
1976. Tenía 22 años. Un día antes, el Canciller y Contralmirante César
Gonzzatti había asegurado ante la OEA “que en la Argentina hay amplias garantías
para todos los ciudadanos” (Clarín, 09/06/76) y Henry Kissinger respaldaba a
Pinochett en tanto anunciaba ayuda económica para Argentina. Amigos de la familia,
que no toleraban su lucha por un mundo más igualitario, sostuvieron públicamente que se lo había
llevado los Montoneros.
Cuando el
8 de junio de 2013, se colocó una baldosa en su memoria frente al domicilio de
sus padres, en José Hernández 239 de José María Ezeiza, la agrupación HIJOS,
acompañados por Barrios por la Memoria y la Justicia, y la Municipalidad, se
abrió el camino para que en nuestro distrito se marquen la ausencia y la
presencia de los militantes que el terrorismo de Estado pretendió hacer
“desaparecer” de la historia.
Todavía restan saber más sobre Miguel Ángel Hoyos, Oscar Alberto Perez, Roberto Arfa, Eduardo Rudinsky, Miguel Ángel De Lillo, Mirtha Haydee Milobara de Lillo, Agustín Enrique Ferreira, Graciela Álvarez Daisson, Sandra Álvarez Daisson, Juan Sergio Andrada; además de Nélida Azucena Sosa de Forti desaparecida en el aeropuerto; sin olvidarnos de Marta Cecilia Alonso, y de Eduardo Alberto Delfino, cuyos restos ya fueron recuperados.
Los docentes comprometidos con la vida, debemos seguir trabajando en este camino de construir desde lo simbólico, espacios para la reflexión y el recuerdo vivo, para que no nos vuelva a pasar.
Por la Memoria, por la Verdad, por la Justicia.
Todavía restan saber más sobre Miguel Ángel Hoyos, Oscar Alberto Perez, Roberto Arfa, Eduardo Rudinsky, Miguel Ángel De Lillo, Mirtha Haydee Milobara de Lillo, Agustín Enrique Ferreira, Graciela Álvarez Daisson, Sandra Álvarez Daisson, Juan Sergio Andrada; además de Nélida Azucena Sosa de Forti desaparecida en el aeropuerto; sin olvidarnos de Marta Cecilia Alonso, y de Eduardo Alberto Delfino, cuyos restos ya fueron recuperados.
Los docentes comprometidos con la vida, debemos seguir trabajando en este camino de construir desde lo simbólico, espacios para la reflexión y el recuerdo vivo, para que no nos vuelva a pasar.
Por la Memoria, por la Verdad, por la Justicia.
Por: Juan Carlos Ramirez Leiva
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