viernes, 1 de mayo de 2015

Eléctricos en el Roca



El 9 de noviembre de 1985 no fue un día cualquiera. O al menos así lo vivieron los habitantes del sur del Gran Buenos Aires que cada jornada, con silenciosa resignación, debían treparse a los ajetreados trenes de la línea Roca para trasladarse a sus diversas ocupaciones en Capital Federal y sus alrededores. Desde un par de décadas antes, producto de un crecimiento demográfico sin precedentes –y otros motivos de índole político-administrativas- la sección local del Roca se encontraba literalmente colapsada. Pero aquel día, y luego de cuatro años de intensos trabajos –y no pocas incomodidades para los ya maltratados pasajeros- el sueño se hacía realidad: a las 3.35 de la mañana, en el andén 2 de Plaza Constitución, el guarda hacía sonar enérgico su silbato y enseguida, tras cerrar las puertas automáticas (toda una novedad en el Roca), “el eléctrico” iniciaba su marcha con destino a Glew dando inicio a una etapa planificada a mediados del siglo XX pero concretada recién a principios de los años 80. Algunos minutos después (exactamente a la 3.52), otra formación partía con rumbo a Ezeiza inaugurando el servicio regular sobre el otro ramal de la primera etapa de concreción de una obra que prometía llegar a La Plata en poco tiempo más.
Huelga decir el cambio radical que aquel flamante servicio significó para la región. Los modernos trenes de origen japonés ofrecían un confort desconocido por aquellos años en nuestros ferrocarriles, y por ello no es extraño que fuera motivo de admiración. Admiración que se repetía en los comentarios de andén respecto a su aceleración y velocidad, que le permitían cumplir el recorrido a Glew en 40 minutos y a Ezeiza en 6 minutos más.

Por  Andrés J. Bilstein (Publicado en la web Portal de trenes)