Por: Profesor Elio Daniel Salmón
Miembro informante de la Junta de Estudios Históricos Distrito EzeizaHaciendo nuestro aquello de que: "La Historia es ancha y ajena", aportamos buscando mejores comprensiones de nuestro presente.
Por: Profesor Elio Daniel Salmón
Miembro informante de la Junta de Estudios Históricos Distrito EzeizaEn 1932
nació
En la década de 1930 las mujeres argentinas, igual que sus congéneres
latinoamericanas, no tenían igualdad de derechos ciudadanos con los hombres.
Incluso instituciones creadas para defender a los obreros, llegaban a
rechazar…a las delegadas obreras. Tal fue el caso de
En
octubre de 1934, mujeres de Ezeiza bregaron para ser admitidas como socias activas en el Club Deportivo y Social
Juventud Unida (1930 -1937). Tuvieron éxito en ésta petición pero no lograron
tener derecho a voz en las reuniones. Valga esta nota como homenaje para
aquellas mujeres pioneras ezeicenses que lucharon tempranamente por
ampliar sus derechos.
Juan
Carlos Ramirez Leiva
Casco Los Rosales. Anuario comercial del CGBA, Año1921, Museo Fundación Ferroviario
Para tener una idea de la ubicación de la estancia Los Rosales, debemos considerarla desde la cancha de Golf Esperanza hasta el country Saint Thomas. El clima y la feracidad de sus tierras, determinaron que era lugar propicio para la cría de todo tipo de animales así como para la práctica de invernada, ya que de acuerdo al diario La Prensa del mes de abril de1901, don Bartolomé compró un lote de 500 novillos para invernada a $50 c/u, a don Pascual Donadío, de Cañuelas, de acuerdo a lo investigado por el historiador echeverriano Rodolfo Elissalde, R. (El partido de Esteban Echeverría a través de la prensa porteña. Buenos Aires, Argentina; Talleres gráficos RyC; 2013).
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Casco La Catalina |
La estancia “La Catalina” (llamada así en honor a la mamá del ingeniero), fue declarada Patrimonio Histórico por el H.C.D en el 2019, gracias al relevamiento de la “Junta de Estudios Históricos de Ezeiza” y al “Museo Regional Tristán Suarez”. Su casco se ubica en las calles Ñandubay y David Peña, límites entre Canning y Barrio El Trébol (La Unión). Detalla el historiador de Canning, Profesor Elio Salmón: “La edificación permanece rodeada de una frondosa arboleda de eucaliptus, cedros, caminos de ligustros, bambúes exóticos de gran altura y un ombú originario. El trinar de las aves que se puede escuchar es un concierto que a uno lo impregna de naturaleza.”
Juan Carlos Ramirez Leiva
Ninguna dictadura nace ni prospera sin complicidad, y en nuestra historia reciente, la dictadura cívico eclesiástica militar contó con colaboradores de vario pinto. Empresarios que se beneficiaron económicamente, líderes religiosos que siguieron la tradición católica de apoyar movimientos totalitarios, artistas e intelectuales que cimentaron u obtuvieron un poco de fama, así como algo de resentimiento en ciudadanos de a pie que aceptaban su destino de pobreza y les molestaba la rebeldía de sus conciudadanos, todos fueron puntales no desaprovechados. Después de todo, el General genocida Albano Harguindeguy expresaba que:"Lo económico, social y político están íntimamente entrelazados y recíprocamente vinculados, de manera que forman un todo indivisible que se llama Política con mayúscula" (mayo de 1978).
No desarrollaré el tema de los empresarios porque solo me bastará con que se recuerden a los Capitanes de la Industria y el apoyo recibido junto con el mote, o mencionar a las grandes familias como los Macri, los Blaquier, Bulgheroni; poderosos empresas como Acindar (Martinez de Hoz fue su presidente), Mercedes Benz, Molinos Río de la Plata, Ledesma, Techint (Roberto Rocca), Pérez Companc, Soldati y Astra, por mencionar emblemáticas. Como contraparte, muchos militares pasaron a integrar el directorio de grandes empresas, encariñándose a punto tal con algunas de ellas, que se las apropiaron.
Tampoco tomare el tema de los líderes religiosos porque bastará recordar el papel de la Diócesis de Lomas de Zamora, por entrar en lo regional. Seminaristas, pastores, sacerdotes asesinados como el caso del cura Hugo Ibañez (Ezeiza), muerto cuando se disponía a revelar lo acontecido en la Unidad 19 y en la 3 en los años de plomo y capucha, y falleció en un torpe accidente cuando salió a escalar de noche en Bariloche cuando ya habían dejado el poder nominal las cúpulas militares.
Si me referiré a aquellos que, teniendo la edad suficiente para comprender su momento, no se enteraron de nada de lo que pasaba. Por ejemplo, ninguno de los trabajadores del aeropuerto sabía de las celdas en los pasillos subterráneos (decorados con esvásticas), tampoco de cómo eran trasladados los que temeraria o inocentemente pretendían salir por Ezeiza y eran chupados, trasladados en la noche en las camionetas verdes hacía la entrada de la Escuela Hogar Evita, pasaban la guardia y los edificios para tomar un camino interno hacia el CC La 205. Los gritos que proferían los que allí eran trasladados eran escuchados en los pabellones y refieren los ex alumnos que creían que eran fantasmas; los celadores no se enteraron nunca de eso.
Las paredes hablaban de la Triple A y de quienes la encabezaban, los vecinos sabían que había desaparecido un pibe o una familia toda, a muchos les vino bien aquello de que “algo habrán hecho”; lo sabían. La sociedad sabía, no toda. No lo ignoraban la franja de catorce a mil años, por poner una franja etaria. Los chicos eran advertidos de que cosa no se podía hacer, los adolescentes sabían qué no se podía, los jóvenes adultos eran tan víctimas probables como cualquiera que osare reclamar o manifestar su descontento. Mi familia tenía terror cada vez que yo no regresaba al horario de rutina; mis vecinos, mis clientes, mis amigos, decían que “esta brava la cosa”. El miedo se manifestaba en el interior de las familias, y con razón. Pero la sociedad, sí sabía, solo que las paredes oían.
Juan Corradi ("El método de destrucción. El terror en la Argentina"), escribió sobre el “proceso de terror” que originó una “cultura del miedo” combinando sanciones físicas con discursos amedrentadores que implantaron la idea de un “poder escondido” que determinaba la culpabilidad de manera imprevisible. Y ese poder escondido existía. Eran los “buchones”, activos colaboradores motivados por incognitos profundos. Conocí a uno que laboraba en el aeropuerto. Lo comentó casi por descuido o quizás por pavonearse por el poder adquirido ya que era un pobre individuo. Su cuota de poder lo alcanzo denunciando a sus compañeros de trabajo y recibió a cambio el premio de participar en una cacería y recibir dos granadas para usarlas cuando se le diera la orden. Y este infeliz vecino de J. M. Ezeiza, que vivía pegado a nuestra escuela emblema, estaba feliz. No es mérito ni justo dar a conocer su apellido porque ya ha partido y siempre queda la duda si fanfarroneo a su manera, o eran desquiciadamente cierto sus cuentos.
La sociedad sabía, conocía muchos casos. No podían expresarse porque sus vidas y las de sus familiares queridos correrían un destino de muerte; hicieron bien en proteger y protegerse manifestando ignorancia.
Don Rafael Dragone venía escapando de la primera guerra mundial junto a su cuñado, Ángel D’Adesse, con quien había zarpado desde el puerto de Génova, del mismo puerto desde donde alguna vez partiera Cristobal Colón. Carmelo D’Amelio los había recibido en el puerto de Buenos Aires el 8 de enero de 1921, cuando desembarcaron del buque Princesa Mafalda y pienso en las casualidades (o destinos), ya que en Ezeiza se homenajeaba a esa nave (o tal vez a la princesa de Saboya), dándole su nombre a la calle rebautizada Arturo Illia.
Juan Carlos Ramirez Leiva
Fuentes: notas propias y publicadas en el periódico La Palabra de Ezeiza.
Las imágenes corresponden a loteos de 1929 y 1932
Juan Carlos Ramirez Leiva
De aquellos jóvenes tiempos de la década de 1930, data una foto donde se puede apreciar que su destino era ser "pelado". Le gustaba jugar al fútbol y siempre se entreveraba en picados pero más le gustaba su profesión. Le gustaban los amigos que aquí había hecho y por supuesto, le gustaban las mujeres del Partido. Mientras posaba, seguro que estaba pensando en que este era su lugar, en que se quedaría a vivir en el distrito, por toda su vida. Y cumplió.
Juan Carlos Ramirez Leiva