jueves, 2 de abril de 2020

Héctor Césari. Héroe Civil en Malvinas

Fui convocado por la Fuerza Aérea de grande, tenía casi cuarenta, ya había hecho el servicio militar hacía años. Me llamaron por mi especialidad en comunicaciones, soy radarista. Vivía en Ezeiza cuando me llegó la citación por telegrama, me ponían nuevamente bajo bandera y no se podía rechazar, así que quede a disposición. Tuve que presentarme en Merlo, en la Base Aérea Militar de Vigilancia y Control del Aeroespacio (Grupo Vycea), antes del 2 de abril; allí se me informó que estaba destinado a Malvinas.
Viajamos el día dos en un avión que salió de aeroparque a Comodoro (Rivadavia), desde allí a Puerto Deseado, y finalmente llegamos a Malvinas el tres de abril. Llegue con mi equipo de radio, la ropa para protección del frío, y los elementos que me dio la Fuerza Aérea. Preparamos los radares móviles y la red de anticipados; yo fui operador de radio civil, tenía ropa verde de fajina y un arma pero jamás disparé un tiro en Malvinas porque no me tocó.
Fui destinado a los aviones Hércules C-130 y realice varios viajes al continente, volando a alturas normales. Todo fue muy lindo hasta el primero de mayo, cuando llegó el primer bombardeo y destruyeron la pista de aterrizaje, la que se tuvo que volver a construir.
En el Hércules, yo hacía el radar pero casi no podíamos prender la radio (para que no nos ubicaran). Salíamos de madrugada desde Puerto Deseado y volábamos a cuatro o cinco metros sobre el mar cuando no estaba muy picado; las olas pegaban en la panza del avión. Volábamos casi “ciegos”, apenas un pantallazo en el radar; recién encendíamos la radio minutos antes de aterrizar en Puerto Argentino y ya sobre la pista los encargados tiraban los bultos que transportábamos.
Lo que más me impacto fue cuando regresábamos con tantos chicos jóvenes mutilados, heridos, chicos que estaban haciendo el servicio militar, oficiales y suboficiales, personal civil. Me impactó mucho y todavía lo tengo en mis retinas.
El último día, a la una de la mañana estaba el avión carreteando en Comodoro (Rivadavia) cuando le ordenan al piloto que aborte el despegue. Ahí fue cuando nos enteramos que se había firmado el cese del fuego. Nosotros regresábamos a la isla para traer a los heridos y llevar repuestos y plasma. En uno de los viajes “bajaron” al “Hércules 63”, rematándolo cuando estaba casi sobre el agua, allí murieron sus siete tripulantes. Nosotros veníamos diez minutos por detrás. Salíamos de la isla y hasta que llegábamos al continente íbamos rezando.
Cuando finalizó la guerra regresamos por la puerta de servicio. Yo llegue como a las tres o cuatro de la mañana a mi casa desde El palomar, que ni sabía en dónde quedaba; y pagándome mi propio pasaje, vestido de verde y mochila al hombro. Vivía en Ezeiza, a cinco cuadras de la estación, cuando entre a casa mi nene se despertó y lloró; al otro día me fui con un cochecito que tenía a visitar a mis padres, tras encargarle a mi esposa que los pusiera sobre aviso. Mi papá murió antes de un año de un ataque al corazón, aún sostengo que fue a raíz de lo que me pasó.
Mis amigos se borraron de mi casa, incluso los del Radio Club de Ezeiza, del cual fui fundador. Nadie fue a ver si estaba vivo, si mi familia necesitaba algo, salvo los del club de Leones y del Rotary.

Juan Carlos Ramirez Leiva

2 comentarios:

  1. Nota dada en la ES 14 (hoy ES16), frente a los estudiantes de tercer año

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  2. Que testimonio, terrible lo que tuvieron que afrontar..El desprecio de ciertos sectores...Un gran abrazo al heroe civil ezeicense!!

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